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Hola (la simultaneidad de la ciudad)

  • Natalia Martínez Alcalde
  • Apr 2, 2018
  • 2 min read



Esta es la historia de un hola, de una palabra tramposa que dice tener cuatro letras cuando sólo se escuchan tres. Un cliché de la lengua española que se resbala todo el tiempo, a cada rato. Es más, en este momento hay alguien, quién sabe dónde, pronunciando un hola. Ni cuenta nos damos de cuando la usamos. La soltamos y ya. Pero hay veces que se oculta en la garganta y punza y duele y para sacarla hay que respirar hondo y convencer a la boca de que estamos haciendo lo indicado, aunque después del adiós nos arrepintamos. Esta es la historia de un hola.

Ella se mecía sobre una silla de lámina. Tomaba a sorbos ruidosos su café americano. Le gustaba así: amargo. Él vertió en su taza dos bolsitas de sucralosa, que es seiscientas veces más dulce que el azúcar normal. Fuera de ese cafecito escondido los rodeaba el ruido, el ruido de los cláxones, del tráfico que se acumula, de los que maldicen dentro de sus coches, de los peseros mal pintados que se tambalean sobre llantas demasiado delgadas, de las sirenas de las patrullas que se encienden por cualquier estupidez, de una ciudad sin coherencia en donde sus 23 millones de habitantes se amontonan mientras les da hipo, estornudan, saludan, ríen o lloran, o le gritan ¡salud! al que estornudó, o ven televisión en calzones, trabajan o facebookean, les da hambre y comen, se duermen y se despiertan, o tienen sexo, se embarazan, nacen, se mueren de infartos, o de accidentes, o ya por viejos, o porque se suicidan. Dentro de esa ciudad estaban ellos, bajo las mismas tejas cubiertas de musgo.

Él revolvió su café, que ya ni tenía color de tanta leche que le había echado. Ella dio otro sorbo, ruidoso como los que había dado antes. En un instante, tan corto como en el que tocas con tu dedo gordo del pie el azulejo del piso de una alberca para impulsarte a la superficie, se miraron. Él sonrió y un hola incómodo se le atoró en la garganta. Se puso de pie y mientras caminaba hacia ella, una risita nerviosa, un beso que se clavó en la imaginación de ambos, un comienzo para un mundo en el que de un lado es de día y del otro es de noche. De los labios se le escurrió dudosa la palabra protagonista de este relato. Él la pronunció con la facilidad con la que normalmente se pronuncia, no tenía ni idea de que ese nimio hola ya había cambiado la dirección de su vida para siempre.





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